La historia

El territorio en el que se asienta el núcleo urbano de Reus ha estado habitado por el hombre, de forma más o menos continuada, desde hace casi un millón de años. Tal y como demuestran los materiales conservados y expuestos en el Museo de Arqueología Salvador Vilaseca, en el término reusense han sido localizados numerosos yacimientos arqueológicos, de prácticamente todos los períodos cronológicos. Especialmente importante fue la explotación agrícola y ganadera de época romana, complementada con una intensa producción alfarera.

A pesar de estos precedentes antiguos, Reus es una población de origen medieval, documentada a partir del año 1154. Gracias al comercio (el puerto de Salou, el mercado y la feria), la villa se convirtió pronto en una de las grandes poblaciones del Campo y creó un amplio ámbito de influencia económica y humana que abarcaba, ya en el siglo XIV, buena parte del sur de Cataluña. Reus fue una villa de señoría feudal, dependiente de la camarera de la catedral de Tarragona, lo que propició la singularidad de que dos de sus señores fueran elegidos papa, y uno de los cuales, Benedicto XIII, fuera a la vez papa y señor feudal de Reus.

En el siglo XVI y hasta el primer tercio del XVII, Reus creció de forma significativa y se convirtió en un notable núcleo industrial, con una importante producción de estameña y de cerámica. Pero la guerra de los Segadores, aquí como en todas partes, representó un paro traumático, del que no se empezó a recuperar hasta el último tercio del siglo.

En el siglo XVIII se produjo un crecimiento continuado de la población y un desarrollo urbano e industrial extraordinario, a lo largo de la segunda mitad de la centuria, que llevó a Reus a ser la segunda población de Cataluña en número de habitantes. Urbanísticamente, la ciudad salió definitivamente del recinto amurallado para triplicar el espacio construido. Desde un punto de vista económico, fue muy destacable la producción y exportación de aguardientes, pero también de tejidos, particularmente de seda.

Con el siglo XIX llegó el fin del antiguo régimen y las formas gremiales de producción. La industrialización de la ciudad empujó el cambio de mentalidad que lleva el paso de la cultura tradicional a la cultura urbana: en la segunda mitad del siglo arraigan con fuerza las nuevas inquietudes ideológicas y Reus se convierte, después de Barcelona, ​​en la ciudad de referencia de todos los movimientos culturales. Un grave paro de este modelo industrial, debido a la crisis de los sectores textil y vitivinícola, supuso la transformación de la ciudad, a lo largo del siglo XX, en un importante centro comercial.

Reus sigue siendo hoy un importante polo de atracción comercial, pero también de innovación, especialmente en tecnología alimentaria, un campo en el que se está especializando y que está dando sus frutos tanto en los resultados de la investigación como en la implantación empresas. La ciudad ofrece además otro aliciente de peso: la oferta cultural es extensa y variada, cuenta con producciones propias y con la implantación de festivales de referencia.

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